El declive del dinero en efectivo y los nuevos métodos de pago precipitan la carrera por las divisas digitales públicas
El covid-19 está siendo un acelerador de tendencias importante. La necesidad de reducir el contacto social está impulsando la digitalización de la economía a marchas forzadas. Antes el proceso era una forma de facilitar tareas y avanzar, ahora es también por necesidad. Entre estas necesidades, los bancos centrales han puesto en su lista la emisión de divisas digitales públicas (CBDC por sus siglas en inglés), como es el proyecto del euro digital, que pretende cubrir el espacio que está dejando el efectivo (cada vez se usará menos) a la par que asegurar la primacía de la divisa oficial de la zona euro como medio de pago en la economía.
Los siete bancos centrales más importantes del mundo y el Banco Internacional de Pagos (BiS por sus siglas en inglés), sacaron a la luz hace unas semanas el primer informe sobre divisas digitales públicas en el que han acordado los aspectos fundamentales de su emisión. El informe ha sido realizado por el Banco de Canadá, el Banco de Inglaterra, el Banco del Japón, el Banco Central Europeo (BCE), la Reserva Federal (Fed), el Sveriges Riksbank sueco, el Banco Nacional Suizo y el BiS. Los bancos centrales reaccionan tras años de complacencia.
Los principales bancos centrales del mundo están reaccionando a la aparición de rivales como Libra, el proyecto de criptomoneda estable creada por Facebook (las CBDC no son criptomonedas), la proliferación de otros métodos de pago (privados) de gran popularidad y el declive del efectivo como método de pago. Aunque algunos bancos centrales como el chino llevan años trabajando en un yuan digital, otros como el BCE han acelerado el proceso casi a marchas forzadas en los últimos meses.
Se precipita la carrera por la CBDC
D. Tercero-Lucas, investigador de la Universidad Autónoma de Barcelona y experto en monedas digitales de bancos centrales, explica en declaraciones a elEconomista.es estos factores de una forma sumaria pero concisa: “En primer lugar, la digitalización de los medios de pago y, por consiguiente, el declive del uso del efectivo en algunos países (Suecia es un gran ejemplo de esto). En segundo lugar, la competencia de las monedas digitales privadas como el Bitcoin; y, en tercer lugar, la entrada de las ‘Fintech’ a los servicios financieros”.
“A todo ello, cabe sumarle la propuesta de creación de monedas digitales estables (o stablecoins) por empresas que son utilizadas por miles de millones de personas (por ejemplo, Facebook y su Libra y el miedo de la ciudadanía al uso de monedas y billetes de manera física por el covid-19 (la pandemia no ha hecho más que reforzar una tendencia)”, sostiene Tercero-Lucas.
Los bancos centrales, como sucede en muchos casos con el resto del sector público, han tardado en adaptarse a las rápidas innovaciones que han surgido en los métodos de pago y las nuevas formas de ‘dinero, si es que se les puede llamar así. La amenaza de perder el control y ver reducido el impacto de su política monetaria en la economía (si se deja de usar el euro, la política monetaria queda esterilizada en la Eurozona), ha hecho despertar a los bancos centrales.
Miguel Ángel Fernández Ordoñez, exgobernador del Banco de España y uno de los principales valedores del dinero público digital, reconocía en un discurso reciente durante una conferencia que “hasta hace muy poco, esta idea de introducir dinero público y seguro (lo que llamamos CBDC) era una idea casi clandestina, discutida en pequeños círculos. ¿Por qué, de repente, el debate sobre la introducción de un dinero público y seguro ha abandonado la clandestinidad?.. el costo de los servicios de pago, las exorbitantes comisiones cobradas en los pagos transfronterizos, la exclusión de millones de personas que no tienen cuenta bancaria y la falta de innovación en estos servicios lo que ha llevado a la idea del dinero público a saltar de la teoría a la práctica”, explica .
“No han sido las autoridades, ha sido la iniciativa privada, la que está obligando a las autoridades a considerar la necesidad de tal reforma. La iniciativa de Facebook para lanzar Libra ha sido un importante impulsor de este debate y también podríamos mencionar el proyecto del Banco Central de China e incluso el coronavirus“, asegura Fernández Ordoñez.
Tercero-Lucas hace hincapié en esto último al añadir que “el factor geopolítico también es extremadamente relevante, al haber contribuido a desencadenar que los grandes bancos centrales como la Reserva Federal, el BCE y el Banco de Japón le otorguen más relevancia al tema. China desea disputar la hegemonía del dólar y su proyecto piloto de un Yuan digital lleva meses siendo probado en distintas ciudades del país como Shenzhen, Suzhou, Chengdu y Xiong’an. Además, la tenue ilusión de una moneda digital pública en el horizonte monetario se ha materializado en las Islas Bahamas, siendo este pequeño país de Centroamérica la primera nación del mundo que ha lanzado una CBDC, el Sand Dólar”.
Un divisa digital pública que reduzca sobremanera los costes de los pagos transfronterizos puede comenzar a ganar terreno rápidamente en la escena internacional, elevando peso de esa moneda como divisa de reserva internacional. El propio BCE reconoce en el informe en el que presenta al euro digital que el lanzamiento de este dinero público tiene como objetivo “fortalecer el rol internacional del euro”.
Además, el mismo documento también subraya que esta divisa apoyaría la digitalización de la economía europea y la independencia estratégica de la UE; también sería una respuesta a la disminución significativa del papel del efectivo como medio de pago, o si existiese un potencial competidor extranjero en las CBDC o si otros medios de pagos digitales privados se expandieran ampliamente en la zona del euro. Todo ello podría amenazar la transmisión (o incluso la soberanía) de la política monetaria dentro del área euro.
Hasta que los bancos centrales de los países desarrollados no se han visto sobrepasados no han comenzado a actuar para crear este dinero digital que, por ahora, pretende convivir con el efectivo, pero que es casi un perfecto sustituto del mismo. De la forma más sencilla posible, el CBDC se podría considerar emisión de dinero efectivo en formato digital, como las reservas bancarias que los bancos privados mantienen en el banco central. Los ciudadanos podríamos tener un acceso similar al que tienen ahora los bancos privados para realizar sus intercambios de reservas en el mercado monetario.
El dinero digital público tendrá al principio un impacto limitado
Estos primeros pasos tendrán un impacto limitado en el sector bancario y las formas de pago en general. Como señala Fernández Ordoñez, esta primera fase “no implicará un cambio de sistema”. Solo una parte de la población y las empresas tendrán acceso a este dinero público, por lo que el efecto sobre la banca y los pagos en general será muy limitado. Pero el tiempo podría evidenciar que el dinero público digital es rápido, sencillo, barato y ecológico, como destacan desde el BCE. De modo que en una fase más avanzada el cambio podría ser mayor.
Los economistas de BBVA research planteaban un escenario en un trabajo sobre las CBDC publicado en 2019 en el que el objetivo fuera reemplazar el efectivo por un medio de pago más eficiente. De este modo “se debería establecer una CBDC que sea universal, anónima y no devengue intereses: universal como el efectivo, que puede ser utilizado por cualquier persona que lo posea; anónima porque es una característica esencial del efectivo ; y que no devengue intereses para emular el efectivo”.
¿Por qué querrían las autoridades sustituir el efectivo por una variante digital? Se preguntan los economistas del banco: “Entre otros motivos, la logística del efectivo es cara (emitir, distribuir y retirar efectivo requiere una infraestructura costosa), se deteriora con el tiempo, es sucio y transmite enfermedades (esto fue publicado por BBVA Research antes de la pandemia del covid-19), y genera delitos (robos) y falsificaciones. Una variante digital sería más eficiente, más limpia y más segura”.
Además, sería más fácil para la banca central superar el ‘zero lower bound’ que impide que los tipos de interés negativos se transmitan de forma perfecta, puesto que los agentes aún pueden optar por convertir sus ahorros en efectivo. Este sería, quizá, uno de los objetivos más controvertidos por la animadversión que puede generar en la sociedad.
“En cualquier caso, las monedas digitales públicas no son más que en el paso natural en la evolución del dinero, y no deberían implicar una revolución. Su impacto, en cambio, tampoco debería ser subestimado”, sentencia Tercero-Lucas.
Fuente: El Economista.es